ATIENZA, BREVE HISTORIA DE LA VILLA
Es Atienza una de las villas
castellanas de más rancio abolengo, de historia más interesante y de las que se
conservan mayor número de joyas artísticas recuerdo de sus tiempos de
esplendor. A pesar de todo, un poco por estar apartada de las grandes rutas,
otro poco por la apatía de sus naturales que no se han preocupado de divulgar
su riqueza emocional y evocadora, es menos conocida de lo que merece.
Dista Atienza 126 kilómetros de
Madrid siguiendo la carretera general a Soria, 30 de la episcopal Sigüenza y a
su pie pasa la carretera que desde Riaza empalma a cuatro kilómetros de Atienza
con la primera vía citada.
Es su situación sumamente
pintoresca, contorneando a media falda alargado cerro de escarpadas laderas,
coronado por alto peñón cortado a pico que sustenta las ruinas curiosas de un
castillo antaño inexpugnable, y procura a la villa empinada su silueta de
población medioeval, orgullosa por lo fuerte. Conserva Atienza el cinturón
incompleto de viejos muros en el que son de admirar el arco de San Juan o
“puerta de arrebatacapas” (pues con la ventisca nadie puede cruzarla embozado),
así como grandes lienzos de esta muralla; también conserva otros del segundo
recinto cuando hubo de ser protegida la población que desbordó del primero, así
como el barrio anejo de la “judería”.
Atienza no es sino sombra de un
pasado esplendoroso; llegó a tener catorce parroquias y seis mil habitantes;
hoy sólo cuenta unos mil seiscientos, y de muchas viejas casas nobles sólo
quedan a la hora presente míseros corrales. El conjunto de la población es
sugestivo en extremo, la gente por demás hidalga, sencilla y acogedora;
corresponde al tipo castellano, ejemplo de nobleza, de sobriedad y de recio
carácter, compatible con la afectividad más perdurable cuanto poco ostentosa.
De su brillante pasado conserva
restos interesantísimos para los amigos de la Historia del Arte, así como
pintorescas fiestas tradicionales casi milenarias. Someramente he hablado del
castillo altivo encaramado en arisco peñón semejante a un navío desarbolado, y
de las fuertes murallas que en sus mellas tanto pregonan la acción demoledora
del tiempo, como la de sangrientos combates; a más de la puerta de San Juan
conserva la llamada “de la salida”, el arco de la Virgen y recuerdos de otras
como la de Antequera, la de “armas o de la villa” y alguna más; inscripciones
romanas que proclaman su rancio abolengo, alguna árabe, balas de piedra usadas
en las guerras medioevales clavadas entre los guijarros de sus calles, casas
blasonadas, deliciosas ventanas góticas, buenas rejas forjadas y notables
iglesias, predominando a éstas la arquitectura románica y el arte barroco,
prolijo, suntuoso y de buen gusto dentro de la decadencia que marca ese estilo.
Del románico son dignas de
visitar por sus ábsides, la antigua parroquia de San Gil, y la Trinidad; por
sus fachadas, la de Santa María del Rey y San Bartolomé y Santa María del Val.
Ésta muy curiosa. Muy notables también son las tablas de la basa o predela del
altar de Santa María, el Cristo con corona real, de fines del siglo XIII que se
venera en la parroquia de la Trinidad, un cuadro de Ribera que hay en esta
misma iglesia, su preciosa capillita de corte versallesco dedicada a la Virgen
de las Mercedes, la magnífica iglesia de San Juan del Mercado, la interesante
capilla barroca del Cristo de Atienza, muy venerado en la comarca, el ábside
ojival de San Francisco, y sobre todo, la estupenda tala del “Cristo del
perdón”, debida en el siglo XVIII a Luis Salvador Carmona, venerada en la
iglesia del hospital.
Por lo enumerado, puede juzgar
el lector la importancia turística de
Atienza para los aficionados al Arte retrospectivo; para el investigador, está
la magnífica colección de documentos en pergamino de la parroquia de la
Trinidad, las “ordenanzas” de la “caballada” que son las más antiguas de
España, y otros muchos documentos del archivo municipal.
****************
Que Atienza (como no podía menos
dada su situación), ya estuvo habitada en la época ibérica, lo prueban
interesantes hallazgos realizados en la ladera del cerro del castillo; fue
capital de los Tithios; tribu belicosa que dio mucho que hacer a los romanos
sobre todo en la guerra de Sertorio; gran importancia tuvo durante la dominación
árabe, de ella hablan los Cronicones al tratar de Alfonso III el Magno, de
Ordoño II y Almanzor, y el Cid hubo de soslayarla según refiere su poema,
cuando desterrado de Castilla se encaminó por Molina a Daroca y más tarde a
Valencia.
Gracias al heroísmo de los
recueros o arrieros de Atienza, pudo salvarse Alfonso VIII, siendo niño, pues
de él quería apoderarse su tío Fernando II de León, y en recuerdo de aquel
hecho todavía perdura la cofradía llamada vulgarmente de “La Caballada” que
conmemora esa efeméride con una fiesta típica, por desgracia poco divulgada, el
domingo de Pentecostés, aniversario de aquel heroico salvamento.
Los reyes favorecieron mucho a
su noble villa de Atienza otorgándola fueros múltiples, extensos dominios que
llegaban hasta la lejana margen del Tajo y visitándola con frecuencia; Atienza
correspondió a tales favores con su lealtad Inmaculada y con la ayuda a los
soberanos en casos tales como Alarcos, Las Navas de Tolosa y otras acciones
guerreras.
No deja de sonar Atienza en los
turbulentos tiempos de Pedro el Cruel y sobre todo en los de Juan II de
Castilla; por una felonía se adueñaron de ella los navarros, fue sitiada en
1446 por el rey castellano y su privado D. Alvaro de Luna, demostrando entonces
sus vecinos con cruentos sacrificios su lealtad al monarca; el sitio fue
pródigo en incidentes; por fin, los navarros rindieron la villa más no el
castillo, y al retirarse los sitiadores aportillaron los muros, prendieron
fuego a la villa y semi destruyeron sus templos; entonces comenzó la
ininterrumpida decadencia de Atienza, a pesar de los favores con que la
distinguió Enrique IV. En el siglo XVI el castillo sirvió de prisión de Estado
a importantes personajes, entre otros al Duque de Calabria falazmente
perseguido por Fernando el Católico y casado más tarde con la segunda mujer de
éste, Doña Germana de Foix.
En el siglo XVIII, las Santas
Espinas que se guardan y veneran en la parroquia de la Trinidad, fueron
llevadas a Jadraque a petición de Felipe IV, cuando de paso para Cataluña
enfermó en aquella villa. Durante la guerra de la Independencia, las huestes
francesas del general Duvernet asolaron Atienza, destruyeron por el fuego
muchas docenas de casas y a partir de entonces, con sus antiguos gremios
desaparecidos, su extensa jurisdicción de tiempo antiguo mermada constantemente
y sus numerosas familias hidalgas desperdigadas o extinguidas, la muy noble y
muy leal villa de Atienza duerme el sueño del olvido apoyada la desmayada
cabeza en sus laureles inmarcesibles y evocando sus tradiciones gloriosas en el
ambiente familiar de su recinto; esperando que algún día se la haga justicia
recogiendo en un libro (que sería curioso y yo quisiera escribir), su honrosa
historia, interesante y amena, y la descripción de su tesoro artístico, tan
considerable y vario, que dan a Atienza calidad de ciudad-museo.
Francisco Layna Serrano
Y ahora, aquí, en este libro, su historia. Una historia abreviada. Para
ir directo, y sin rodeos, al lugar en el que Atienza se significó a lo largo de
los siglos. De forma amena, sin enrevesados callejones históricos, para hacerla
más comprensible. Más al alcance de nuevas, y antiguas generaciones, deseosas
de conocer qué fue esta población en el pasado.
En un libro de bolsillo. Cómodo, que puede llevarse a cualquier parte y
seguir con él en la mano, todo ese acervo cultural de tiempos pasados. Subir
con él hasta lo más alto de la villa y desde allí, cotejando sus páginas,
viajar al pasado.
El libro:
- Tapa blanda: 132 páginas
- Editor: Createspace Independent Pub (7 de junio de 2016)
- Idioma: Español
- ISBN-10: 9781533658081
- ISBN-13: 978-1533658081
- ASIN: 1533658080
LAS
TROYANAS DE ATIENZA.
CUANDO
ATIENZA SE CONVIRTIÓ EN TROYA
Así
se rodó la película “Las Troyanas”, dirigida por Michael Cacoyannis, e interpretada por
Katharine Hepburn, Vanessa Redgrave, Irene Papas, Genivieve Bujold…
Una
gran superproducción cinematográfica que llenó de estrellas la provincia de
Guadalajara
En los últimos días del verano, y los primeros meses del otoño de 1970
se rodó en Atienza la película “Las
troyanas”, basada en la obra de Eurípides. Una coproducción internacional
que lanzaría al estrellato el nombre de la población, y la provincia de
Guadalajara.
Los preparativos, así como el rodaje, alteraron la vida del pueblo desde
mucho antes de comenzar la grabación efectiva. Al contrario de lo que hoy
sucede, entonces tuvieron que llevarse a cabo toda una serie de trabajos de
adaptación del terreno para lo que el director de la cinta y del guion, Michael
Cacoyannis pretendía; del mismo modo que la productora de la película se vio en
la necesidad de acometer diversas obras en los edificios y locales alquilados
para almacén u oficinas.
Por
espacio de casi un año, entre los previos y el desmontaje final, se trabajó en
los alrededores del castillo y en algunos edificios, a pesar de pasar
desapercibido para la inmensa mayoría de los atencinos que no supieron en
su mayor parte lo que estaba sucediendo
hasta que comenzó y concluyó el rodaje efectivo. Aquellas obras se achacaban a
las reformas que en el pueblo se estaban llevando a cabo como consecuencia de
haber sido declarada la villa años atrás “Monumento
Nacional”. La película estuvo prohibida en España por la censura durante
casi veinte años por lo que suponía de alegato contra la guerra o la
injusticia.
Los nombres de Katharine Hepburn,
Vanessa Redgrave; Geneviève Bujold, Irene Papas, Mikis Teodorakis, Brian
Blessed y tantos más, han quedado para la historia del cine; y la de Atienza.
A
través de las páginas siguientes el autor cuenta lo que sucedió aquellos días;
los entresijos de la película e incluso lo que, hasta ahora, no se había
conocido. Los nombres de las personas de la villa que se prestaron a colaborar.
Las mujeres “troyanas” atencinas que pasaron a la historia cinematográfica; los hombres que se
convirtieron en soldados aqueos… Y todo aquello que, hasta ahora, no se había
conocido. Y que no dejará de sorprender, ante todo, la actuación municipal, que
algo dejó suspendido en el aire…
Descubre todo lo que querías saber, a través de las páginas de
este libro que se convierten, por su
narración y estilo, en guion de
lo que bien podría ser la película de la película.
LAS TROYANAS DE ATIENZA
CUANDO ATIENZA SE CONVIRTIÓ EN TROYA
SUMARIO
El
autor se explica
Atienza,
historias de cine y televisión
¡Van
a rodar una película!
Las
troyanas, en Madrid
Katharine
Hepburn, una leona en otoño
Atienza,
gentes de cine
¡Silencio,
se rueda!
La
gestación de la película
El
escenario del rodaje
Cincuenta
años no son nada
Lee aquí el comienzo:
Por aquellos días, cuando los del
cine comenzaron a llegar a Atienza para quedarse por unos meses, en los
últimos de la primavera e inicios del verano de 1970, Atienza estaba inmersa en
las labores agrícolas. Y es que Atienza era entonces un pueblo de agricultores.
Había, claro está, una mínima parte de la población que se dedicaba a otros
oficios, al funcionariado o al comercio principalmente, puesto que Atienza
continuaba siendo lo que podríamos llamar “capital
de la serranía”. A Atienza llegaban aún las novedades a través del
comercio, y a su comercio llegaban los serranos a comprar o vender. Por
aquellos días, a pesar de ello, la vida se centraba en los alrededores del
pueblo, en las eras, donde comenzaba a acumularse el cereal.
En la actualidad aquellas eras han desaparecido prácticamente del
horizonte de la villa, devoradas por la modernidad; por las grandes naves en las
que se almacena todo lo relativo a las labores agrícolas, desde el tractor con
el que se trabaja la tierra, al grano que como fruto, la tierra ofrece.
Entonces las eras, que daban acceso al pueblo, eran un hervidero de vida.
Aquellas noches de verano de la década de 1970, y anteriores, noches en
las que, a causa del rodaje de la película se alteró de alguna manera la vida
de la población, no eran de mucho trasnocheo para los hombres y mujeres del
campo. Había que madrugar al día siguiente, por lo que la gente se retiraba
pronto a dormir.
Tampoco había demasiados entretenimientos en los que gastar las horas,
salvo el clásico “tomar el fresco”,
antes y después de la cena a las puertas de la casa, cada cual en su barrio,
mientras los hombres reparaban los utillajes de los animales para el día
siguiente, o repasaban la maquinaria, si maquinaria se puede llamar a la hoz o
la guadaña, que emplearían al otro día en las labores del campo.
Los oficinistas o los comerciantes, pasaban la noche tertuliando en el
Casino. Al que no todo el pueblo podía acceder, puesto que para traspasar las
puertas de su elitista salón se tenía que pagar una cuota, y ser socio.
Haciéndolo, se podía incluso ver la televisión los sábados y domingos por la
tarde. Por la noche la televisión cerraba su emisión a eso de las once o las
doce con la despedida y cierre, quedándose el aparato en suspenso con la “carta de ajuste”, hasta la mañana
siguiente.
El Alcalde de la villa, don Julián Ortega Asenjo, solía ser, sino el
último, al menos de los últimos en abandonar el Casino. A don Julián le gustaba
pasar la noche entre cerveza y cerveza. No era hombre de muchas palabras. A
pesar de que tenía un aire de marqués sin marquesado al que le parece agradar
el parloteo.
EL
LIBRO:
- Tapa blanda: 126 páginas
- Editor: Independently published
- Idioma: Español
- ISBN-10: 1076415148
- ISBN-13: 978-1076415141
ATIENZA, CRÓNICA PARDA
La
crónica negra forma parte de los
pueblos. De la vida de los pueblos. El hombre nace, vive y, en ocasiones, mata.
Aquí
presentamos una serie de relatos en torno a
sucesos que dejaron huella en Atienza, en cuya villa fueron juzgados y
donde, como cabeza judicial, se aplicaron y ejecutaron las penas, cuando
correspondió.
Sin
duda, hay muchos más, sucesos y casos, que podrán formar parte de otros
volúmenes.
Los
sucesos y casos que componen el presente volumen nos llevan a desde Atienza a
Madrid, para seguir los pasos de “Colás el perista”, uno de los ladrones de
guante blanco más famosos del Madrid de los años 30, natural de la villa. A los
enfrentamientos políticos del primer decenio del siglo XX, cuando las
discusiones municipales se solventaban a tortas; a uno de los crímenes más
absurdos habidos en la villa, con el protagonismo de dos mozos de la alta
sociedad, y dos reales de por medio; al terrible caso de la sobrina del cura de
Rebollosa que se ahorcó en la cárcel de la villa; a la noche en la que ardieron
la fonda Molinero o los almacenes Aparicio; a la triste muerte de un anciano
junto a la caseta de Cantaperdiz, después de un grave suceso; al terrible caso
ocurrido al inicio de una noche de junio a las puertas del horno del tío
Aceituno, en la plaza de San Gil…
(Todos los sucesos ocurrieron tal y como se
cuentan. Los nombres de los protagonistas han sido alterados y no se
corresponden con los de quienes, en su
momento, fueron protagonistas de los sucesos relatados. Cualquier parecido con
personajes o apellidos actuales sería, por tanto, mera casualidad, y sin
ninguna relación con los tiempos que corren)
ÍNDICE
COLÁS
EL PERISTA / 9
GÜELFOS
Y GIBELINOS / 21
POR
UN PUÑADO DE REALES / 35
CORTE
DE PELO A REVÓLVER / 39
LA
PRIMA DEL CURA / 45
LA
CÁRCEL /
51
NOCHE
DE RONDA / 61
ATIENZA
EN LLAMAS / 73
GALLARDO
EN CANTAPERDIZ 83
EL
HORNO DE ACEITUNO / 89
EL LIBRO:
- Tapa blanda 104 páginas
- Editor: Independently published
- Idioma: Español
- ISBN-10: 109887496X
- ISBN-13: 978-1098874964
EL CID EN TIERRAS DE GUADALAJARA
El Cid, Rodrigo Díaz de Vivar es, quizá, una
de las figuras históricas más reconocidas y seguidas de España. Salta a la fama
a través de las numerosas crónicas que de su tiempo (Siglos X/XI), han llegado
hasta nosotros. Gestas, Crónicas, Cantares y Poema que han ido siendo adaptadas
algunas veces a los tiempos en los que se reimprimió la historia, a veces
desvirtuando la realidad de los hechos de los que tomó parte. Muy especialmente
a partir del siglo XIX, cuando su nombre entra en la novela y el relato, y
avanzado el siglo XX, en el mundo cinematográfico.
EL CID EN TIERRAS DE GUADALAJARA. El libro, pulsando aquí
La figura de Rodrigo Díaz es conocido, como
sus orígenes y gestas, hazañas o intervenciones guerreas, a través de las
crónicas de su tiempo, y muy especialmente a través de la Historia Roderici Campidocti tal vez la primera crónica que de una
manera particular aborda su biografía, escrita en latín, cuyo manuscrito se
conserva en la Biblioteca Nacional, y que se data entre los años que median
entre 1180 y 1190.
El autor, a través de esta obra, nos adentra
en las tierras de Guadalajara que el Cid Campeador recorrió camino de Valencia;
desde las altas cumbres serranas de Sierra de Pela, a los confines de Molina de
Aragón.
Desde Miedes, el Cid divisa la enriscada
Atienza; sigue el río Cañamares en dirección al Valle del Henares; conquista
Jadraque/Castejón y continúa hacía tierras de Molina.
En el camino se nos habla de los castillos
que esquivó; del castillo del Corlo, del de Iñesque…; se nos cuentan las
leyendas que surgen en torno a la figura del Campeador, en Sigüenza, Alcocer,
Hinojosa, Almonacid… Nos presenta la realidad y nos deshace la fantasía.
Una figura siempre presente, y siempre
mítica y atrayente, la de Rodrigo Díaz de Vivar.
EL CID EN TIERRAS DE GUADALAJARA. El libro, pulsando aquí
SUMARIO:
-I-
El CID
(Pág. 9)
Rodrigo Díaz de Vivar
Ximena (Jimena) Díaz
Los hijos del Cid
-II-
EL DESTIERRO
(Pág. 29)
El Cantar de Mío Cid y su autor
La importancia de Atienza en la datación del Cantar
La aventura del Códice. El Cid en los Tribunales
-III-
EL CID SOBRE LA SIERRA DE MIEDES
(Pág. 53)
Miedes de Atienza, en la ruta del Cid
Atienza en la memoria de Ruy Díaz
Atienza
-IV-
LA TIERRA DESCONOCIDA
(Pág. 83)
El castillo de Iñesque
El castillo del Corlo
-V-
UNA MONTAÑA MARAVILLOSA
(Pág. 99)
El castillo de Jadraque
La toma de Jadraque/Castejón
-VI-
CAMINO DE ZARAGOZA
(Pág. 113)
El Cid en Molina
Los castillos de Molina de Aragón
Las hijas del Cid
-VII-
LA LEYENDA DEL CID EN GUADALAJARA
(Pág. 125)
Miedes, y la Peña del Cid
Atienza, y el pozo de Ruy Díaz
Robledo de Corpes, y la Fuente de la Lanzada
Castejón de Henares y la Casa del Cid
Jadraque y el pesebre de Babieca
Sigüenza y la ermita de San Lázaro
Alcocer y sus mayordomas
Almonacid de Zorita y la Alameda del Cid
Cubillejo del Sitio y las herraduras de Babieca
Labros y la conquista del Cid
Hinojosa y el cabezo del Cid
El libro:
-
Tapa blanda
:
141 páginas
-
ISBN-13
:
979-8693364837
-
Dimensiones del producto
:
13.97 x 0.81 x 21.59 cm
-
Editorial
:
Independently published
-
Idioma:
:
Español
-
ASIN
:
B08KGVYW6H
EL CID EN TIERRAS DE GUADALAJARA. El libro, pulsando aquí
EL REAL CONVENTO DE SAN FRANCISCO EN ATIENZA
Al siglo XIII tenemos que remontarnos para encontrar la fundación del
Real Convento de Nuestro Padre San Francisco, y de la Inmaculada Concepción, en
la villa de Atienza, cuyas primeras obras ya debían de estar concluidas a
finales de ese siglo, y que en los siguientes fue notablemente mejorado, en
primer lugar por la primera princesa de Asturias, Catalina de Lancaster, Señora
de Atienza; algo más adelante por la familia Bravo de Laguna, después por toda
una serie de personajes ligados a la historia de la Atienza de los siglos XVIII
y XIX, entre ellos los Beladíez o la familia Manrique, entre la que se incluye
la de sus sucesores Carrillo Lozano; sin olvidar la cooperación de los
Concejos, comenzando por el de Atienza, y continuando por una números nómina de
poblaciones del entorno, así como personajes emparentados con la nobleza, desde
la marquesa de Lanzarote a los marqueses de Velamazán.
De
su lejano establecimiento en Atienza es lo que nos dicen algunos autores al
hablar sobre el desaparecido convento de los franciscanos en la actual
provincia de Guadalajara. Algunos de ellos incluso nos dan la fecha de este
establecimiento en la entonces populosa villa de Atienza, en aquel remoto siglo,
cuando Atienza era una de las más importantes villas de Castilla, en tiempos en
los que recibía el favor real desde la llegada al trono de Alfonso VIII.
Los franciscanos, o frailes mínimos de San Francisco, como también eran
conocidos, surgieron en los inicios de este siglo, cuando en 1206 Francisco de
Asís comenzó a llevar vida religiosa centrada en la pobreza y la caridad. El
nombre de la Orden no llegaría hasta cuatro años después, 1210; hasta 1217 no
se celebraría el primer capítulo general, comenzando a partir de entonces a
extender su predicación por Europa.
A
España, y Castilla, llegaron años después, de la misma manera que lo hicieron a
Atienza, en la década de 1260, durante el reinado de Alfonso X.
Francisco Layna Serrano, tomando datos de autores e historiadores de la
orden, entre ellos Francisco Gonzaga, nos apunta que: afirman los analistas de la
Orden que se estableció en 1266, fecha que estimo cierta o cuando menos
tan aproximada que si hay error es de dos o tres años…
Por su parte, el también cronista
provincial Antonio Herrera Casado, igualmente escribe: Por muy pocas fechas no es esta la más antigua institución franciscana
de la provincia de Guadalajara. En 4 años de antigüedad le gana el monasterio
de clarisas de Alcocer. Y, aunque no existe documento fehaciente, es seguro que
ya en 1264 los frailes mínimos de San Francisco estaban asentados en Atienza,
villa por entonces muy importante en el paso entre las dos Castillas, con un
comercio desarrollado al máximo y una preeminencia estratégica indiscutible
gracias al enriscado castillo de propiedad real.
A
partir de aquí el resto de estudios o artículos que nos hablan de la fundación
del monasterio tendrán como fechas de referencia las de 1264 –siguiendo la obra
de Antonio Herrera-, o la de 1266 –como continuadores de la tesis de Layna
Serrano; siendo más certera la primera que la segunda basándose, como afirma,
en uno de los documentos más antiguos que se conservan en el Archivo de la
Clerecía atencina, catalogado con el número 7, fechado en Peñafiel en el mes de
junio de 1264.
En Atienza se mantuvo por espacio de casi ochocientos años. En la
actualidad no queda de él más que la triste ruina de uno de los ábsides gótico-normandos
que conoció el mundo de la arquitectura española.
En estas páginas hacemos memorias de él, tratando de rescatar las páginas
de una historia perdida en el tiempo.
SUMARIO:
-I-
Los orígenes
La fundación.- El Cabildo de Clérigos y los Franciscanos.-
La construcción del Convento
Pág. 9
-II
Catalina de
Lancaster y el Convento de San Francisco
Catalina de
Lancaster, Señora de Atienza.- La construcción del ábside y el inicio de las
obras nuevas
Pág. 19
-III-
El convento de San Francisco en el siglo XV. La llegada de
Los Bravo de Laguna
Garci Bravo de Laguna y Magdalena de Medrano.- Los
enterramientos familiares
Pág. 27
-IV-
El Convento, Casa Real
La reforma franciscana.- Las mercedes de Isabel la
Católica.- El Convento Casa Real
Pág. 37
-V-
El convento
de San Francisco, en el siglo XVI
Los Bravo
de Laguna, y su patronazgo.- Las obras de Catalina de Medrano. Felipe II.- El
patronazgo de Luisa de Guzmán, Marquesa de Lanzarote.- Testamentos y
fundaciones
Pág. 43
-VI-
Las obras del siglo XVII
La reforma de la iglesia.- Las Santas Espinas de Atienza
Pág. 61
-VII-
La vida en el convento a través de sus cuentas
El libro de recibo y el libro de gasto
Pág. 77
-VIII-
El
Convento, y la invasión francesa
El
Convento, en la Guerra de la Independencia. La marcha y el retorno de los
frailes
Pág. 93
-IX-
Entre
la Desamortización y la ruina
La
vida conventual en el siglo XIX.- La Desamortización.- La subasta y venta del
Convento.- Su actualidad
Pág. 105
Concordia entre el convento de San Francisco y el Cabildo de
clérigos de Atienza fijando reglas para evitar discordias y querellas.- 1 de
julio del año 1374.
Pág. 125
El libro:
- Tapa blanda: 130 páginas
- Editor: Independently published
- Idioma: Español
- ISBN-13: 979-8633748574
- ASIN: B086PVRP8R
EL LIBRO, PULSANDO AQUI
EL CRISTO DEL PERDÓN DE ATIENZA
Y el Hospital de Santa Ana
Se trata, sin lugar a dudas, de una de las imágenes más admiradas de la
iconografía religiosa con las que cuenta la villa de Atienza, por su factura y
realismo. Hoy expuesta en el Museo de Arte Religioso de la Iglesia de la
Santísima Trinidad.
Si tomamos los datos del catálogo de la exposición que se llevó a cabo
en Nava del Rey con las obras allí contenidas, y en cuanto aquel Cristo,
prácticamente idéntico al nuestro, se dice:
Representa
una interpretación mística de Cristo, después de haber sufrido su propio
martirio, intercediendo ante Dios por el mundo pecador como expresión de su
Redención, según un escrito de la venerable Sor María Jesús de Agreda, aunque
la iconografía de este asunto tiene su precedente más lejano en un grabado de
Alberto Durero alusivo a Cristo Varón de Dolores.
Su descripción es por todos conocida:
Su
figura expresa una oración implorante, con el torso inclinado hacia adelante,
los brazos semi extendidos y separados del cuerpo mostrando al que le contemple
las palmas de sus manos horadadas por las llagas. Cubierto tan solo por el paño
de pureza. Jesús se arrodilla sobre el globo terráqueo con una genuflexión que
le permite apoyar su pie derecho en el suelo mientras que tiene extendida en el
aire la pierna izquierda. En la bola del mundo, parcialmente velada por la
túnica, aparece pintada la escena del Paraíso Terrenal, en la que Eva ofrece a
Adán el fruto del árbol prohibido, entre la representación del diluvio y la
historia de Lot con sus hijas huyendo del castigo de Sodoma.
Sumario:
-I-
ATIENZA,
SIGLO XVIII
Pág. 9
-II-
ANA HERNANDO
Pág. 19
-III-
BALTASAR DE ELGUETA
Pág. 27
-IV-
LA
ASISTENCIA SANITARIA, EN ATIENZA
Pág. 39
-V-
EL HOSPITAL
DE SANTA ANA
Pág. 53
-VI-
LUIS
SALVADOR CARMONA
Pág. 63
-VII-
ICONOGFRAFÍA
DEL CRISTO DEL PERDÓN
Pág. 73
-VIII-
LOS CRISTOS
DE CARMONA
Pág. 81
-IX-
EL CRISTO
DEL PERDÓN DE ATIENZA
Pág. 93
El Libro:
Tapa blanda: 111 páginas
- Editor: Independently published (23 de marzo de 2020)
- Idioma: Español
- ISBN-13: 979-8630020086
- ASIN: B086B73GPB
EL CRISTO DEL PERDÓN DE ATIENZA (El libro, pulsando aquí)
LA VIRGEN DE LOS DOLORES, PATRONA DE ATIENZA
El
libro:
El
12 de enero de 1669 llegó a Atienza (Guadalajara), una imagen de la Virgen de
la Soledad, copia de la entonces existente en el convento de la Victoria, de
Madrid, tallada cien años atrás por Gaspar Becerra.
La
imagen fue recibida en la villa con todo el cumplimiento que su devoción merecía,
siendo depositada de forma provisional en la iglesia de San Juan del Mercado,
entonces en obras. Venía para ser, con toda probabilidad, la imagen que
presidiese la capilla funeraria de su donante, Juan de las Huertas, con alto cargo
en los oficios del Real Alcázar.
Poco
después de su llegada se la dotó de capilla, siendo el hijo de Atienza, Diego
de Madrigal, el autor de su retablo. Ya que era, dn Diego, uno de los mejores
artífices en aquel arte, de la diócesis de Sigüenza.
A
mediados del siglo XVIII la imagen cambió de denominación para ser Nuestra
Señora de los Dolores, o de los Siete Dolores, y convertirese en la Patrona de
la Villa.
Desde
aquellos orígenes, en los que la Condesa de Ureña puso de moda el vestir a
estas imágenes a imitación de las viudas nobles castellamas; o que Gaspar
Becerra impusiese la de las imágenes “de vestir”, o la reina Isabel de Valois
extendiese la devoción por España, han pasado casi quinientos años; de la
llegada de la Virgen de la Soledad, más tarde de los Dolores a Atienza, se
cumplirán 350.
Es
por ello que en este libro hacemos reseña de toda esa historia, o parte de
ella, pasada en Atienza; desde la llegada de la imagen a la de su Rosario de
Faroles de Cristal que desde el 18 de marzo de 1910 acompaña su procesión.
Es
la devoción de un pueblo, y la memoria de sus gentes, mantenida a lo largo de
350 años.
Características del libro:
- Tapa blanda: 134 páginas
- Editor: Createspace Independent Pub (25 de enero de 2016) 3ª Edición, 17 de septiembre de 2018
- Idioma: Español
- ISBN-10: 152368061X
- ISBN-13: 978-1523680610
- -Imágenes en blanco y negro (salvo portada)
ÍNDICE DE LA OBRA:
ATIENZA
/ 9
LA
IGLESIA DE SAN JUAN DEL MERCADO / 15
LA
VIRGEN DE LA SOLEDAD, DE GASPAR BECERRA /
35
LA
VIRGEN DE LA SOLEDAD, DE ATIENZA / 47
JOSÉ
DE MORA ¿AUTOR DE LA TALLA? / 59
LOS
PATRONOS DEL ALTAR DE LA SOLEDAD, EN LA IGLESIA DE SAN JUAN / 69
LA
VIRGEN DE LOS DOLORES, PATRONA DE ATIENZA / 81
EL
ROSARIO DE CRISTAL / 97
EL
ROSARIO DE FAROLES, EN EL TIEMPO / 109
EPÍLOGO
/ 125
BIBLIOGRAFÍA
PRINCIPAL /129
ATIENZA PASO A PASO, GUÍA DE ANDAR Y VER
Atienza
(Guadalajara) es uno de esos lugares que cualquiera interesado en la cultura e
historia debe visitar en alguna ocasión.
El
comienzo de su historia se pierde en el tiempo. El Medievo forjó su espíritu y
el Renacimiento con el Barroco la hicieron grande, haciendo que en el
transcurso de los siglos su nombre quedase inscrito en los anales de la
historia castellana.
EL LIBRO
Sus
calles fueron tránsito obligado de reyes y de pastores. Sus monumentos han
resistido el paso del tiempo y a pesar de que pasados los siglos perdió el
sitial que le reservó la historia, mantiene la hidalguía de haber sido una de
las primeras villas de Castilla.
En
este libro su autor te la muestra, paso a paso, guiándote en el recorrido, para
que te sea fácil el descubrimiento de su historia y arte.
Con
sencillez y sin prisas, para que la conozcas sin necesidad de entrar en el polvoriento
archivo de los tiempos te lleva a sus calles más significativas, a los
monumentos que han forjado su ser.
A los
personajes que la han dado nombre.
A los
rincones que no te puedes perder.
A sus
museos y espacios de arte o folclore.
A
aquello que es enseña de la población…
Y,
desde la torre cimera de su castillo, cuando llegues a él, podrás exclamar algo
así como: ¡hermosa villa!
Atienza
paso a paso. Guía de andar y ver es sin duda de ningún género la mejor guía
escrita para conocer la villa castellana.
·
Tapa blanda: 132 páginas
·
Editor: Createspace Independent Pub (7 de junio de 2016)
·
Idioma: Español
·
ISBN-10: 1533658307
· ISBN-13: 978-1533658302
ATIENZA. LA PEÑA MUY FUORT
Atienza, la Peña
Muy Fuort del Cantar de Mío Cid es una de las villas castellanas de mayor
renombre histórico a través de los siglos.
ATIENZA. LA PEÑA MUY FUORT. EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ
Una historia que
ha conformado su pasado y su presente.La Historia, el Arte y el Costumbrismo,
tienen cabida en esta obra, como los tres grandes apartados a estudio, a través
de los que se desarrolla la vida de Atienza.
ATIENZA. LA PEÑA MUY FUORT. EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ
Una obra sencilla,
e imprescindible, para conocer Atienza en todos sus aspectos, como complemento
de anteriores publicaciones de su autor, cronista de la villa y tierra de
Atienza, y, quizá, como investigador de su pasado y su presente, la pluma más
autorizada para hablar, y escribir, de la hidalga villa castellana.Una obra, en
suma, a través de la que poder conocer, de manera amena, la villa de Atienza.
ATIENZA. LA PEÑA MUY FUORT. EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ
Si ya conoces
Atienza paso a paso, obra en la que el autor te guía por sus calles e historia;
si conoces la Breve Historia de Atienza, en la que te habla de su historia, en
detalle o sus personajes; ahora, cerrando el trío, en Atienza, la peña muy fuort,
nos centramos en su arte, su patrimonio, su costumbrismo, su folclore, aquella
historia nos quedó a un lado y, en suma, lo que te faltaba por conocer.
ATIENZA. LA PEÑA MUY FUORT. EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ
ATIENZA. LA PEÑA MUY FUORT. EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ
El libro:
· Tapa blanda: 140 páginas
· Editor: Independently published (14 de
octubre de 2018)
· Idioma: Español
· ISBN-10: 1728793866
· ISBN-13:
978-1728793863
Su contenido:
ATIENZA / 5
LA HIStORIA / 11
EL COSTUMBRISMO / 45
EL ARTE / 79
LAS SANTAS ESPINAS DE ATIENZA
Se veneran en la villa de Atienza (Guadalajara), documentadas al menos
desde el primer tercio del siglo XVI, dos espinas y un lignum crucis
atribuidas a la Pasión de Jesucristo.
LAS SANTAS ESPINAS DE ATIENZA. El libro, pulsando aquí
Las mandó llevar a Atienza la
reina de Castilla, Catalina de Lancaster, Señora de Atienza y esposa del
rey Enrique III, quien levantó para su veneración una sutuosa capilla.
Desde poco tiempo después de su llegada al convento hoy desaparecido de
San Francisco, gozaron de una creciente devoción popular que, al día de
hoy, se mantiene.
Se trata de la Reliquia de la Pasión más importante
que guarda la provincia, sin duda, pudiera compararse, y definirse, como
“El Grial de Guadalajara”.
El libro
- Tapa blanda: 123 páginas
- Editor: CreateSpace Independent Publishing Platform (8 de abril de 2017)
- Idioma: Español
- ISBN-10: 1545227349
- ISBN-13: 978-1545227343
EL CASTILLO DE ATIENZA. DE FORTALEZA A TORRE.
Fue la torre
residencial del castillo de Atienza
El paso del tiempo ha legado a la historia de Atienza los restos de un castillo
altanero. De una impresionante fortaleza de la que, al día de hoy, tan sólo
tenemos a la vista lo que se supone fue “torre
del homenaje”. Ese retrato literario que nos pinta la peñasca de Atienza
como si fuese el espolón de un buque desarbolado bogando por los mares
cerealistas de la Castilla milenaria. Cualquiera que se acerque a ese buque
desarbolado no encontrará, al día de hoy, más que esa torre del homenaje; la
reinterpretación de la entrada y sobre la base de la peña dos aljibes horadados
en la roca con tracería morisca y más de mil años a sus espaldas, a punto de
desaparecer por la acción del tiempo y falta de remiendo que los saque de la
miseria.
Fuera de la peña, sobre una terraza del terreno, lo que en tiempos fue
el albacar de la fortaleza, o el patio de caballos, como en Atienza se llegó a
conocer; capaz de albergar entre sus muros, a juzgar por las informaciones del
siglo XIX, hasta quinientos hombres con todo su equipo.
Y muy pocas referencias encontrará quien lo visite en torno a la “Torre de los Infantes”, o ninguna, a
menos que lea el reciente libro que cuenta su historia, la del castillo y su
tétrica torre. Porque los historiadores del siglo XX la han pasado por alto.
Fue, sin duda, el lugar más funesto, y más histórico, del recinto
amurallado del castillo. Sus últimos restos desaparecieron mediada la década de
1960, cuando se reconstruyó la entrada. La torre se derrumbó parcialmente en el
otoño de 1877. A pesar de aquel derrumbe, Manuel Pérez Villamil, quien la pateó
dos años después, dejó escrito: “Dos
años hace que vino al suelo un torreón cuadrado que debajo de la torre del SE.,
se levantaba y en el cual subsistían perfectamente caladas las simbólicas
ladroneras de los ballesteros, formando una cruz rasgada sobre la mira circular. Este género de ladroneras caracteriza tan fielmente el
tiempo de las cruzadas, que no sería aventurado suponer que los caballeros
templarios u hospitalarios tuvieron grande intervención en la construcción de
esta fortaleza. Fundo mi opinión en los restos de construcción que
subsisten caracterizando el tipo arquitectónico de esa época, en que el estilo
gótico lucha con el sajón y revela las innovaciones introducidas en la
arquitectura militar por los primeros cruzados, que trajeron del Asia importantes
descubrimientos. El corte de las arcadas; el tipo de los muros, la disposición
de los adarves y troneras, todo está declarando su abolengo.
Se levantaba esta torre a la izquierda de la entrada principal (conforme
accedemos al recinto), formando conjunto con los cuadrones del arco de entrada,
y adosada a las murallas que rodeaban la peña y que –aunque ligeramente
exagerada en la interpretación-, podemos situar observando las imágenes.
|
Interpretación del castillo de Atienza en el siglo XVI, con la torre de los Infantes a la derecha |
La primera intervención histórica documentada debemos situarla con
anterioridad a la reconquista de Atienza por Alfonso VI; ya que en ella tuvo
lugar el famoso enfrentamiento a espada entre Almanzor y Galib, su suegro.
Desde ella, nos cuentan los anales de la historia, se lanzó Almanzor para
escapar a una muerte segura. Ocurría en torno al año 980, y regresaría poco
después, vencedor en mil batallas, para destruir Atienza y con ella su
fortaleza; que fue posteriormente reconstruida.
Resulta altamente dudoso que cuando Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid
Campeador, atravesó estas tierras, si es que lo hizo, la de Atienza fuese la “peña muy fuort” del romancero; que
fuerte peña sería, pero con castillo y murallas ruinosas, también es cierto. Debemos
de entender que era poco menos que una miserable ruina, puesto que la reconstrucción
total llegaría mucho tiempo después, con Alfonso VIII quien, con mucha
probabilidad, al igual que sus descendientes de menor edad, dieron nombre a la
“torre de los Infantes”.
Entonces Atienza crecía por el lado opuesto al que hoy lo hace, o lo hizo.
Miraba a Castilla, de donde podía venir el enemigo. Tras la reconquista comenzó
a mirar al Sur y tenderse por la ladera.
La Atienza que hoy conocemos. La primitiva, la villa propiamente dicha
desapareció en 1446, tras la devastación
a que fue sometida por las tropas castellanas en la guerra “de los Infantes de Aragón”. La
destrucción la ordenó el Condestable Álvaro de Luna, a quien no ha mucho se le
rindió homenaje en la villa que destruyó y a la que puso fuego.
Para entonces la Torre de los Infantes había sido residencia de Alfonso
XI, en menor edad; de Enrique de Castilla, “El Senador”; de María de Molina y, por supuesto, de cuantos
reyes en Castilla fueron. Tras la guerra, y su reconstrucción, la torre sería
la residencia de sus alcaides, de los Bravo de Laguna, principalmente. Lugar de
nacimiento de Juan Bravo, de Luisa de Medrano, de Francisco de Segura… y de
toda una pléyade de personajes que han dejado su nombre en la historia, de
Castilla, de la literatura, o de la política.
También fue uno de esos lugares que la historia cuenta y después
esconde. Fue, tras la unión de reinos a través de los Reyes Católicos, una de
las más tenebrosas “prisiones de Estado”.
|
Restos del cuadrón de la torre de los Infantes, hacía 1930. |
El primer inquilino de la
torre, que se sepa, fue Diego López de Madrid, autoproclamado “Obispo de Sigüenza”, quien la ocupó
junto a sus hermanos y criados entre 1467 y 1470. El último, que tengamos
noticias, un caballero portugués, de nombre Don Arnaldo, quien en unión de un
fraile de la misma nacionalidad fue llevado a la torre a purgar culpas en 1524,
acusados ambos de “andar en tratos con
Francia”. O sea, de ser espías.
Entre medias algún obispo, o arzobispo, unos cuantos caballeros de alcurnia;
el último mariscal de Navarra y, por supuesto, el duque de Calabria, don
Fernando de Aragón a quien su tío, Fernando de Aragón también, mandó traer
desde Nápoles con toda su corte en 1502. Sus acompañantes, nos cuenta la
historia, fueron ejecutados apenas pusieron en Atienza sus pies. Años después,
el duque de Calabria, convertido en virrey de Valencia, ocuparía otro castillo
próximo, el de Jadraque, como consorte de doña Mencía de Mendoza. Once años
pasó don Fernando entre los muros de la torre, hasta 1513 en que fue trasladado
al castillo de Játiva.
El relato de cómo era la torre nos lo dejó escrito uno de sus alcaides,
Juan Ortiz Calderón a requerimiento del Cardenal Cisneros, cuando en Atienza, y
en la torre, se encontraban prisioneros los principales capitanes navarros que
trataron de restituir aquel trono en la cabeza de Juan de Albret en 1516. Eran estos el Mariscal don Pedro de Navarra; Juan
Ramírez de Baquedano, señor de San Martín y Ecala; los capitanes Petri Sánchez
y Juan de Olloquí y Yatsu, señor del palacio de su apellido; Pedro Enríquez de
Lacarra; Antonio de Peralta, primogénito del marqués de Falces y de doña Ana de
Velasco, defensora del castillo de Marcilla; Francés de Ezpeleta, señor de
Catalaín hijo del Vizconde de Valderro; y Valentín de Yatsu. Media familia de San Francisco Javier.
|
Restos de uno de los aljibes, trazados con anterioridad a la Reconquista |
Aquí cabría la pregunta de ¿por qué Francisco Layna que recopiló parte
de la historia de Atienza y su castillo, y los historiadores que lo siguieron,
no nos hablaron nunca de esta torre? Y todos ignoramos la respuesta.
Contaba la torre con tres plantas. La baja en la que se encontraban las
celdas, en número de cuatro, con sotacámara, y ventanas con barrotes que daban
a la villa, a las que se accedía a través de una escalera abierta a ras de
suelo. Escalera que subía a la planta noble, con otras tantas estancias, y daba
acceso al garitón, coronado por una campana que se hacía sonar en caso de
peligro. Nadie, de no ser llamado a toque de aquella campana, podía acceder a
menos que se arriesgase, bajo el imperio del terror impuesto por el alcaide
Ortiz Calderón, a perder una mano en la ocasión primera; en la segunda una
pierna y, en la tercera, la vida.
La estancia en ella de los distintos prisioneros, es otra historia.
(Del
artículo de T. Gismera: "El Castillo de Atienza. La Torre de los
Infantes. El origen". Periódico Nueva Alcarria; Guadalajara, junio,
2017)
El Castillo de Atienza. De Fortaleza a Torre, obtuvo el Premio de Castellología J. Andrés Moro 2015.
El libro:
- Tapa blanda: 132 páginas
- Editor: Createspace Independent Pub (7 de junio de 2016)
- Idioma: Español
- ISBN-10: 1533658617
- ISBN-13: 978-1533658616
- Tamaño 0,18x0,24
- Imágenes en blanco y negro.
ATIENZA
A TRAVÉS DE SUS PERSONAJES
· Tapa blanda: 154 páginas
· Editor: CreateSpace Independent
Publishing Platform (8 de febrero de 2017)
· Idioma: Español
· ISBN-10: 1542994780
· ISBN-13: 978-1542994781
Autor: Tomás Gismera Velasco
Tomás Gismera ha
escrito un libro muy interesante. Un libro especial por su contenido, ya que
trata de aquellas gentes que a lo largo de la Historia de Atienza han ido
transformando la villa con sus quehaceres vitales.
Como
podrá comprobar el lector, unos personajes son más conocidos que otros, aunque
casi todos serán totalmente desconocidos para la mayoría, y ahí, precisamente,
reside el interés de este libro.
Unos
nacieron y pasaron por la vida anónimamente. Bastante tuvieron con vivir su
vida, si además, por circunstancias socio-políticas concretas les tocó un
momento difícil, de guerras, pestes o miserias...
Otros
nacieron tal vez en los mismos momentos y, por ánimo, riquezas o compromisos
sociales y honoríficos, tuvieron que desempeñar cargos en los que despuntaron,
pero a los que después la historia, la que se escribe con hache mayúscula, ha
tenido a bien considerar como de “menor importancia” o, como si dijéramos, “de
segunda fila”, segundones.
Algunos
más, muy pocos, destacaron por encima de los anteriores y figuran en los anales
de la historia con mayúscula.
Es
de estos últimos de los que habla el presente libro en su mayor parte, de
gentes que por lo general nacieron en Atienza y que dejaron su huella a través
de sus libros, dedicaron su esfuerzo a promocionar el pueblo que
les vio nacer, contribuyeron a conservar y extender los límites de un reino
ayudando a su señor natural, y creyeron en una idea y la defendieron por encima
de todo con el fin de hacer una villa atencina más próspera.
Su autor, el autor
del libro, recuerda que no están todos los que fueron, aunque probablemente,
con el paso del tiempo aparecerán nuevos nombres que añadir a la presente
nómina, y los que están han sido elegidos al azar y sus biografías se verán
revisadas y, en su caso, ampliadas en próximas ediciones.
Y
añade más, que podría haber ampliado esa lista con nombres de quienes no
habiendo nacido en Atienza la han dado a conocer ampliamente y han estudiado su
historia, su arte y sus costumbres. Nombres como los del doctor Francisco Layna Serrano, el poeta José
Antonio Ochaíta, biografiados por el propio Gismera, el periodista Luis Carandell o el
fotógrafo Santiago Bernal, entre otros, además, claro está, o de Isabel Muñoz Caravaca y su hijo Jorge, cuya
peripecia vital fue estudiada con minuciosidad y posteriormente publicada por
el doctor Juan Pablo Calero Delso.
En
fin, son: “biografías trazadas con la pluma que sale del corazón en la mayoría
de los casos. Arrancadas igualmente a las páginas de los libros de la
historia, y hechas recuerdo y emoción en las calles de Atienza, y para la
memoria siempre viva de Atienza”, personajes que en muchos casos no sabíamos
que fueran atencinos, protagonistas de historias “a veces tristes”, que no
deben quedar en el olvido y de las que debemos aprender, al menos lo bueno, de
lo que nos legaron.
Tomás
Gismera, que ya nos había adelantado algunas notas biográficas de los más
significativos nombres que aparecen en su libro, a través de las páginas de la
estupenda revista mensual Atienza de los Juglares, divide a los
personajes -treinta y uno “Y muchos más...” en total- en seis grupos
cronológicos distribuidos entre la Atienza medieval; la Atienza de los Bravo de
Laguna -fundamentalmente el siglo XV-; la Atienza del Siglo de Oro -siglos XVI
y XVII-; Atienza en el siglo XVIII -de los Elgueta a los Beladíez-; Atienza
entre dos siglos, y Atienza, siglo XX, a los que precede una breve introducción
acerca de la época y cómo ésta se vivió en Atienza y sus pueblos circunvecinos,
a través de la que el lector puede hacerse una idea más completa del personaje
de que se trate en cada ocasión.
Entre
los de época medieval menciona a un Gonzalo Ruiz de Atienza, el hombre del rey,
especie de privado, que acompañó a Fernando III en la conquista de Sevilla, de
“particular memoria” en Elogios de los Conquistadores de Sevilla, de
Argote de Molina, siglo XVI, donde se dice acerca de Gonzalo Ruiz de Atienza
que era “uno de los principales caballeros de aquel tiempo y de quien el rey
hizo mayores confianzas, fue por su embajada al infante don Felipe y a los
ricos homes del reino que estaban desavenidos del rey en el reino de Granada, y
así mismo por embajador al rey moro...”.
Igualmente
dedica algunas páginas a Aparicio de Atienza, obispo de Albarracín a finales
del siglo XIII y a Francisco de Atienza, que fue elegido abad de San Zoilo de
Carrión el 5 de noviembre de 1524.
Especial
interés tiene fray Juan de Ortega Maluenda, que después de ostentar numerosos
cargos entre los jerónimos, dejó la duda -todavía no resuelta con claridad- de
haber sido el autor del famoso Lazarillo de Tormes.
Tres
personajes completan el apartado destinado a la Atienza de los Bravo de Laguna:
Juan Bravo, que luchó al frente de los Comuneros; Luisa de Medrano, la primera
mujer catedrático no sólo de España o de Europa, sino de todo el orbe, que
ejerció en la Universidad de Salamanca, a comienzos del siglo XVI, grandemente
ensalzada por Lucio Marineo Sículo, y Catalina de Medrano, que tantas obras
mandó realizar en la iglesia de San Francisco.
Sin
duda la figura más conocida es la del Comunero Juan Bravo, al que tras su
ejecución en Villalar, le fueron confiscados todos sus bienes, entre los que
había algunas propiedades en Atienza, así como unos pozos de sal que le
rentaban quinientos ducados y reclamó el obispo de Oviedo. El padre Luis
Fernández Martín, en su libro Juan Bravo (Segovia, 1961), realiza un
magistral estudio genealógico de nuestro personaje y aporta suficientes pruebas
como para dejar aclarado su nacimiento en Atienza en 1484, en el propio castillo,
pues la casona que actualmente se conserva en la plaza de abajo fue levantada
por sus parientes hacia 1568.
Gismera
da a conocer tres figuras más en el apartado dedicado al Siglo de Oro. Se trata
de Francisco de Segura, hombre de espada y pluma que se codeó con los más
importantes ingenios, Cervantes, Quevedo, Lope, de quien se piensa que debió
tener “algo que ver” en la autoría del apócrifo quijote de Avellaneda y
ampliamente conocido en el mundo de la investigación literaria; el retablista
Diego de Mayoral y Torija, que aprendió del seguntino Diego del Castillo y fue
uno de los más afamados de la comarca atencina, siendo el autor del retablo
mayor de la iglesia de la Santísima Trinidad de Atienza; de dos colaterales en
la parroquia de Galve de Sorbe; parte del mayor de San Juan del Mercado,
también de Atienza; además de otros muchos trabajos en Barbatona, Querencia,
Fuentegelmes, etcétera, y Ana Hernando, cerera en palacio, que dejó suficiente
caudal como para construir en Atienza un hospital bajo la advocación de Santa
Ana.
En
el siglo XVIII incluye dos de las sagas más influyentes en el Atienza del
momento: la de los Elgueta Vigil y la de los Beladíez, sin olvidar a don Juan
José Arias de Saavedra y Verdugo de Oquendo, más conocido como el “padre” de
Gaspar Melchor de Jovellanos, y la figura del obispo Antolín García Lozano.
Del
primer grupo familiar ofrece datos de cuatro hermanos: Pedro Miguel, licenciado
en Derecho, que fuera Administrador Real de la Salinas de Atienza,
formadas a la sazón por Imón y La Olmeda; Antonio, que pasó la mayor parte de
su vida en Murcia, donde desempeñó el cargo de Secretario del Secreto de la
Inquisición, gran mecenas de las artes, especialmente de la Arquitectura, -que
fue quien incitó a la familia Salzillo a establecerse en Murcia, donde fue
protector de Nicolás, padre el escultor-, pero al que se conoce antes que nada
por haber sido el autor de La cartilla de la agricultura de las moreras
(Madrid, 1761); Baltasar, que fue Intendente Real, y José, destacado -al igual
que Baltasar- en la Guerra de Sucesión, como consta en su hoja de servicios, y
único de los hermanos que aspiró a ocupar algunos corregimientos de las nuevas
ciudades chilenas.
Del
segundo, los Beladíez, naturales de Miedes, menciona a José María, que tanto
tuvo que tan importante papel jugó durante la Guerra de la Independencia como
miembro de la Junta y Diputación de Guadalajara, y Joaquín María, hermano del
anterior, riquísimo poseedor de ganados finos trashumantes y Administrador
Tesorero de Consolidación de Guadalajara, destacado durante el mismo conflicto
bélico, son muchos los datos que aporta Gismera en su libro.
El
quinto capítulo, Atienza entre dos siglos, recoge las peripecias vitales de
Baltasar Carrillo Manrique, uno de los personajes más influyentes política y
socialmente en la Atienza de finales del siglo XVIII hasta su fallecimiento en
1843; Francisco Briones Cardeña, doctor en Derecho y liberal conservador, que,
con la llegada del régimen democrático, tras la Revolución Gloriosa de septiembre
de 1868, dio fin a su carrera política, profundamente caciquil; Dionisio
Rodríguez Chicharro, desconocido historiador que dedicó gran parte de su vida a
ir recopilando datos sobre numerosos pueblos de la provincia, especialmente de
aquellos que tuvieron algo que ver con el Común de Villa y Tierra de Atienza,
centrándose en los que posteriormente pasaron a los señoríos mendocinos y fue
autor de una concienzuda Relación Historial de la Villa de Atienza,
complementaria de su Historia de Miedes, una Memoria de
Hiendelaencina, Noticias de la villa de Hijes, Notas acerca de la
ejecutoria de nobleza de los Álvarez, Culto en Torija a Nuestra Señora
de Sopetrán, Memorial a favor del Conde de Aguilar, así como de un Resumen
de la riqueza imponible de la provincia de Guadalajara en 1852, además de
constante colaborador de don Juan Catalina García López, a quien envió números
datos para sus escritos; el médico Pedro Solís Grepi, que junto a Eduardo
Contreras de Diego, fundaría el Casino de Sociedad de Atienza y daría a la luz
pública la revista Atienza Ilustrada.
Quizá
más conocidos -por más cercanas en el tiempo- sean las figuras que recoge en el
apartado destinado al siglo XX: Bruno Pascual Ruilópez, Diputado y Senador
nacional, Decano del Colegio de Notarios de Madrid; Antonio Pascual Ruilópez,
pionero de la viticultura; Francisca Pascual Ruilópez, “Doña Paquita”, madrina
del somatén atencino y gran benefactora de la villa; el alcalde Doroteo
Cabellos Esteban; Gil Ruiz Domínguez, víctima de la barbarie nazi en Mauthausen;
el maestro Teodoro Romanillos Chicharro, fundador en 1925 de El Magisterio
Arriacense y gran defensor de los derechos de los maestros; Julio Ortega
Galindo, el genio de Deusto, Catedrático de Geografía e Historia en el
Instituto de Enseñanza Media de Bilbao y de Historia del Derecho y Geografía
Económica de la Universidad de Deusto y prolífico autor; Juan Francisco Marina
Encabo, “El hombre del Cid”, abogado que llevó la causa de Vivar del Cid a la
hora de recuperar el manuscrito del Poema del Cid, entre otras muchas
cosas, y muchos más… ya que la nómina de atencinos destacados es muy amplia.
J.R.
López de los Mozos