Atienza de ayer a hoy.Historia pasada y presente. Correo.: gismeraatienza@gmail.com

viernes, 28 de marzo de 2025

DE LAS FUENTES DE ATIENZA

 

DE LAS FUENTES DE ATIENZA

En ocasiones son monumentos arquitectónicos que nos pasan desapercibidos

 

   Entre los muchos ornamentos que embellecen nuestras poblaciones, nos pasan en ocasiones desapercibidas, por la costumbre de verlos día a día, algunos de ellos, como es el caso de las fuentes; de las que algunos cronistas e historiadores provinciales se han ocupado literariamente.

   Del conjunto de Atienza, del que destacan sus murallas, castillo, torres o portadas de sus numerosas iglesias, pasan desapercibidos estos monumentos que facilitaron la vida de los vecinos y han quedado, en cierta manera, arrinconados a causa del progreso. Atienza contó con al menos una docena de fuentes públicas que dieron servicio al vecindario hasta mediada la década de 1960, cuando el agua llegó a los hogares y las públicas quedaron, primero como abrevadero de ganados; después como un ornamento más del entramado de calles o plazuelas. Algunas, con los avances de este tiempo que todo lo muda, desaparecieron; al igual que lo hicieron los lavaderos públicos.

   El uso de las fuentes, los lavaderos, o del agua, quedó regulado en Atienza, de manera oficial, a través de las Ordenanzas Municipales aprobadas en 1877; para entonces Atienza había mejorado considerablemente ya que al iniciarse el siglo tan solo contaba con cuatro, todas ellas, fuera de la población.


 

 

La fuente de las Sirenas, de la Taza, o de los Delfines

   Sin duda, la fuente de las Sirenas, o de la taza, como en sus orígenes fue denominada, es la más ornamental de cuantas en Atienza se encuentran, actualmente ubicada en la plaza de España, y que nació en el estudio del insigne arquitecto Ventura Rodríguez; se debió de inaugurar en la década de 1770, (algunos trabajos en torno a Ventura Rodríguez sitúan la traza de la fuente de Atienza en 1775, siendo colocada en su lugar primitivo en 1776), la cartela del lavadero nos indica que se llevó a cabo, al menos aquella parte de la obra, en 1784, y que en los trabajos de nuestro arquitecto se nos describe como: Fuente pública para la villa de Atienza, compuesta de un gran pilón y seis caños; tres a proporcionada altura para el uso del vecindario con figuras de mujer, y los otros tres sobre un pedestal con la de tres delfines enlazados cuyas colas sirven de remate…

   La fuente tuvo, que se conozcan, al menos dos emplazamientos dentro de la Alameda. El primitivo, cercano al hoy camino o carretera de Madrigal, y un segundo en su centro. En 1942 fue trasladada a la plaza actual, perdiendo por el camino, entre uno y otro movimiento, alguna que otra pieza. Su traza guarda relación con algunas otras de las que Ventura Rodríguez trazó para las calles de Madrid, principalmente la conocida “Fuente de la Fama”, situada primeramente en la plazuela de Antón Martín y en la actualidad en el madrileño parque de Barceló, tras el Museo Municipal.

 


 ATIENZA, CRÓNICAS DEL SIGLO XX (Pulsando aquí)

 

 

La fuente de Felipe II

   Tal vez, la segunda en importancia de las fuentes de Atienza fuese la que, un tanto apartada de todas las miradas, debió de alzarse en tiempo de Felipe II, como anuncia la cartela de su frontal.

   Conocido es que la majestad real del rey Felipe visitó Atienza en varias ocasiones, y aquí se alojó, en el desaparecido convento de San Francisco, en la Navidad de 1592; lo que bien pudiera haber servido de motivo para dedicar al monarca la fuente señalada, situada en uno de los principales caminos del agua que, desde los nacederos ubicados en las faldas de la Sierra de La Bodera en sus límites con tierras de Atienza, abastecieron una gran parte de la población.

   La fuente se sitúa junto a la ermita del Humilladero, en el antiguo camino salinero de Castilla, después carretera que, desde Sigüenza, y a través de la Serranía, conduce a Aranda de Duero y Burgos. Todavía, gastado por el del tiempo, puede apreciarse la cartela del emblema real.

 

Las fuentes de la Villa, o del “tío Vitoriano”, y de San Gil

    Quizá nunca lleguemos a conocer, de manera oficial, el porqué de que a esta fuente se la denomine de manera coloquial “del tío Vitoriano”, pues son tantas las leyendas que en torno a ello corren que llenarían varías páginas de una historia.

    Se situó en céntrico lugar en el último cuarto del siglo XIX, acometiendo el municipio la importante labor de conducir el agua desde la entrada, hasta la población; trabajos que llevó a cabo el consistorio desde años atrás, al prolongar la traía de aguas desde la fuente del “Santo”, o de Felipe II, hasta la plazuela de San Gil, en la que se ubicó la correspondiente fuente con sus amplios abrevaderos para el ganado, en obras que, ya concluidas en 1841, trazó el arquitecto José María Guallart, y por las que se desembolsaron algo más de 1.100 reales.

   La empresa de llevar el agua desde San Gil a la fuente de la Villa se presupuestó, ya en pesetas, de aquel último tercio del siglo XIX, en 11.442; incorporándose al frontal el escudo de la Villa; tal vez, uno de los más conocidos.

 

La fuente romana, o de la Salida

   Sin duda, será esta la primitiva fuente que abastezca a la población, ubicada en el antiguo camino de Atienza a Berlanga, que siguió el trazado de la calzada que unió la población con la tierra de Soria. Fuente monumental, al uso de aquellos tiempos, y que contó en su frontal con la correspondiente cartela indicando su dedicación, construcción y, sin duda, algunas noticias más, que el tiempo, y la mala calidad de la piedra, se han encargado de eliminar, muy a pesar de haber dejado el rastro que, tal vez, los avances de la ciencia puedan un día desvelarnos.

   La fuente se sitúa en uno de los barrios extremos, San Bartolomé, junto a la muralla que separó este del de Santa María del Val, al lado de uno de los portillos al que la tradición puso el nombre de “La Salida”. Cuyas aguas, emanadas de las profundidades de estas tierras, gozan del calificativo de “gordas”, ya que tienen algún exceso de salinidad. En un entorno digno de la visita.

 

Y más fuentes…

   En 1948, el 18 de julio, se inaugurarían en Atienza las últimas dos fuentes con las que contó el municipio, y que se encargaron de llevar el agua a los barrios altos de la plaza de San Juan y su entorno; fuentes ya a la moderna, de hierro y sin abrevadero, para que fuesen utilizadas por los vecinos, pues estos habían de acudir en busca del elemento a otros barrios, con el trabajo añadido.

   También serían las primeras en desaparecer; como lo haría una de las dos abastecedoras del barrio de Portacaballos; y, abandonadas por el tiempo y falta de uso, quedaron en el olvido el “cañuelo de Ortega”, junto a la puerta de este nombre, que llevaba a la judería; o el del convento de San Francisco, bajo los muros de su ábside; en los caminos, algunas más; de ellas, tal vez la más significativa, la “de la Mona”, en la nueva carretera de Atienza a Berlanga, abierta hacia 1920 y que ostentó la extraña cabeza similar a un personaje celtibérico que, manos anónimas, arrebataron a nuestra historia.

   Fuentes y agua, historia viva de nuestros pueblos que, también, merecen nuestra mirada.

 

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 28 de marzo de 2025

 

ATIENZA, DE AYER A HOY

ATIENZA DE AYER A HOY. IMÁGENES DEL PASADO Y DEL PRESENTE
La transformación de Atienza (Guadalajara), a lo largo del siglo XX, a través de la imagen.
Un libro de imágenes fotográficas que nos lleva al ayer y nos presenta, documentadamente, el hoy.
Fotos antiguas de Atienza (Guadalajara), y su versión actual, en el mejor libro de imágenes posible.


Atienza (Guadalajara), es una de las villas con más carácter, historia y monumentos, de la provincia de Guadalajara y, a su nivel, de Castilla. Su historia, ha sido tratada en numerosas ocasiones. Es grande. Como su paso a través de los siglos dejando, marcando, su huella. 


miércoles, 19 de marzo de 2025

ATIENZA, FUENTE DE EL SANTO

 ATIENZA: FUENTE DE EL  SANTO

En realidad, fuente de Felipe II.Imagen tomada, sin duda, un día de mercado, en la década del siglo XX,  en verano, dada la indumentaria de los personajes.

Llegaban al mercado de cerdos dela plaza de los Cochinos. Para vender las crías para el engorde de cara a la matanza. Los cerdos los traían en las cajas que portan las mulas.

La imagen aparece en la obra: GUADALAJARA, de editorial Everest, firmada por Cayetano Enriquez de Salamanca; Edición Madrid, 1973.

 



viernes, 14 de marzo de 2025

ATIENZA: DE APODOS, MOTES Y DECIRES

 

DE APODOS, MOTES Y DECIRES

Que recogieron Guillermo Yangüela y Gabriel María Vergara, entre otros

 

   Titulaba don Guillermo Yangüela Pascual un interesante trabajo que vio la luz en la revista Atienza Ilustrada de 12 de marzo de 1898: “Aunque me peguen”, y de ello hablaba, de motes, apodos y decires. Don Guillermo Yangüela Pascual estaba entonces a punto de irse a cumplir con la Patria, puesto que este año entraba en quintas, había nacido en Atienza en 1880. Hubo un problema, don Guillermo no dio la talla. Por aquel tiempo nuestros hombres eran de escasa altura y, de los once mozos que en este 1898 pasaron por la sala del Ayuntamiento a cumplimentar papeles y “tallarse”, tan solo siete alcanzaron el mínimo reglamentario. Justo es decirlo, el tío abuelo de quien esto escribe, Santiago Velasco Marina, tampoco dio la talla, medía 1,54, si bien don Guillermo le ganó, se quedó en el 1,51; claro está que, al año siguiente, faltas las filas de soldados, a ambos se los llamó al Ejército.

   Don Guillermo, entre tanto, sirvió de guía a don Benito Pérez Galdós cuando por estos años visitó Atienza para ambientar en ella su novela más conocida por estas tierras, el “Narváez”, y le dio tiempo a colaborar en la Atienza Ilustrada de marras. Al regreso de su servicio a la Patria se estableció en Sigüenza al frente de su propia imprenta, La Minerva Editorial, si bien con el tiempo haría las maletas para establecerse definitivamente en Barcelona, donde falleció, a los 79 años de edad, el sábado 31 de octubre de 1959.

   Y escribió don Guillermo:

 

Es un hecho bien patente, / que hace muchísimos años, / y en todas partes, los pueblos/ que se encuentran colindando, / mutuamente se motejan, / con los apodos más raros…


 

Don Gabriel María Vergara y Martín

   Sin duda, a don Guillermo siguió en esto del apuntar apodos, don Gabriel María Vergara, que fue uno de nuestros grandes hombres de ciencia en cuanto a anotar costumbres, vivencias e incluso, motes o apodos, en un tiempo en el que, más que por el nombre, a los vecinos de cualquiera de nuestros pueblos se los conocía por el apodo.

   Vergara, quien a pesar de su nacimiento en el Madrid de 1869, pasó más de media vida en Guadalajara, donde ocupó la Catedra de Geografía e Historia del Instituto Brianda de Mendoza, se inició por los años finales del siglo XIX y comienzos del XX en esta parte del folklore o la etnografía provincial; en el apodo, el palabrerío o el refranerío.

   Dejó unos cuantos trabajos, en libro de imprenta, y en colaboraciones con numerosas revistas o semanarios, provinciales y nacionales, fruto de ese ir anotando palabras que compusiesen una especie de Diccionario de rarezas vocales.

   A él se debe quizá el mejor y más amplio trabajo en torno al apodo de pueblo a pueblo: “Apodos que se aplican a los naturales de algunas localidades de la provincia de Guadalajara, los habitantes de los pueblos próximos a ellas”. El estudio seguía en parte el ya mentado trabajito de don Guillermo Yangüela, y vio la luz en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares en 1947, muy a pesar de que ya para entonces había ido desgranando partes de esta investigación en la prensa nacional y provincial.

   A él, a don Gabriel María Vergara, también se debe otro de esos curiosos estudios que hoy se rebuscan en las bibliotecas: “Algunas palabras de uso corriente en la provincia de Guadalajara, que no se hallan en los diccionarios”. Y es que, hubo un tiempo, en que cada cual hablaba a su manera y, para nombrar el mismo objeto, nuestros pueblos utilizaban su propia definición.

   Hace algunos años, 2017, la Asociación Cultural Serranía de Guadalajara dio a la imprenta el “Vocabulario Popular Serrano de Guadalajara” que, con cientos de entradas, nos hace patente todo ello. Y es que, el vocabulario de nuestros mayores, tanto como los apodos, de no recogerse, van camino de perderse para siempre.

   Don Gabriel María Vergara recogió en sus “Apodos…”, de la A, a la Z, la mayoría de ellos, tan curiosos como: Barranquetes, Troneras o Rumbones, Pantorrilludos, Destrozapeines, Jorobados, Novillos o Grajos… apodos que dejamos a la libertad del lector, averiguar la población a que cada cual pertenece.

   En aquellos inicios del siglo, Vergara Martín colaboró con las principales Academias de la lengua Española, y con los hombres de ciencia y letra que buscaban nuestros orígenes. Su obra en la actualidad está diseminada por multitud de Bibliotecas, y apenas se tienen en cuenta los trabajos de investigación que dejó para la posteridad, tan importantes como nuestros monumentos, puesto que el léxico formó y lo continúa haciendo, parte de nuestras vidas, nuestros pueblos y cultura.

   Al día de hoy no son pocos los libritos que van apareciendo con los apodos con los que las familias fueron conocidas en algunas de las poblaciones que cubren los cuatro puntos cardinales del reino. Parte, sin duda, de nuestra cultura. Del mismo modo que se recogen los dialectos, o las jergas gremiales, de las que, en la provincia, nos queda la de esquiladores y tratantes del Señorío Molinés y parte del Ducado: La Migaña, o Mingaña, que tanto ha dado de qué hablar.

   Títulos históricos de Gabriel María Vergara fueron los “Cantares, refranes, adagios, proverbios, modismos, locuciones y frases proverbiales referentes a curas, frailes, monjas y sacristanes”, que dio a la imprenta en 1919; y también “Algunas cosas notables y curiosas de la provincia de Guadalajara”, de 1931.

 

 

HISTORIAS DE LA VILLA DE ATIENZA (Pulsando aquí)

 

 

Y Yangüela Pascual

   Don Guillermo, quien se inició con anterioridad a don Gabriel en esto del apodeo, se centró únicamente en la comarca serrana de nuestra provincia, dejándonos alguno de los apodos de sus pueblos:

 

Así pues a los de Atienza/ (por mi pueblo comenzando), /por lo de La Bragadera, /hay quien les llama bragados

 

   Y se extenderá después para, uno a uno, darnos su definición: los de Gascueña, rigüedos; los de Riofrío, gatos; Hiendelaencina, malatos; y mansos, a los de Narros; de Alpedroches, alforjeros; Tordelloso, toledanos; Congostrina, cardadores; Casillas, los casillanos

   El Sr. Vergara escribió: “Uno de los estudios más interesantes de cuantos pueden hacerse de carácter folklórico, es el de los apodos”, ya que, a través de ellos, escribía, se viene al conocimiento de una parte de la historia oculta de nuestros pueblos, o de nuestras familias.

   Y D. Guillermo, ponía el punto final diciendo: 

 

…no sea que sin quererlo, /vaya a soltar un gazapo/ que me exponga a un lance serio/ o llevar un garrotazo;/ y al olerme a chamusquina, / hago mutis y me callo”.

 

   Sin duda, de Yangüela Pascual y de Vergara Martín tomaron nota otros escritores, tales que Pío Baroja para sus: “Canciones del suburbio, en donde añadió que “son los de Alarilla zorros/ los de Sayatón…/ los de Valdearenas…/ los de Rebollosa, cucos…” Dejamos que el lector acople apodo a los puntos suspensivos; como apodos puso en sus obras, a pueblos, personajes y paisajes, Camilo José Cela, retomando la línea de los anteriores.

   Apodo y palabrerío, parte no menos interesante, por menos estudiada, de nuestra cultura, que nos sirve para tener presente a uno de nuestros grandes folkloristas, Gabriel María Vergara Martín.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 14 de marzo de 2025

SEMBLANZAS DE ATIENZA

 

SEMBLANZAS DE ATIENZA

Nombres para su historia

 

 

 

   Puede que sea Atienza (Guadalajara), junto a Sigüenza, Brihuega y Molina de Aragón, una de las poblaciones con más historia de la hoy provincia de Guadalajara; mayor número de monumentos históricos, y mayor nómina de personajes que, desde la localidad han pasado a la historia, provincial y nacional.

   En las páginas siguientes recogemos una mínima nómina de nombres que hicieron historia. Por supuesto que no están todos, puesto que la nómina de personajes que hicieron historia en tiempo pasado, es infinita.

   Merecedores de páginas exclusivas son nombres como los de Juan Bravo, capitán comunero en Segovia, o del político Bruno Pascual Ruilópez, abocado al olvido.

   Nombres ligados a Atienza, por destino de oficio, que aquí hicieron historia, como Eduardo Contreras, quien desde su cargo en la oficina de Correos y Telégrafos colaboró intensamente en la vida cultural de Atienza, dejando su firma no sólo en la prensa provincial, también en la significativa revista “Atienza Ilustrada”.

   No pocos nombres históricos de Atienza fueron rescatados del olvido a través de la revista digital Atienza de los Juglares.

   Sin duda, a esta serie de nombres, los que completan esta “Semblanza”, para cuya confección hemos recurrido a las firmas y escritos conocidos, a fin de completar de ellos una mediana biografía, nunca enteramente lograda, seguirán más. Porque Atienza es grande en historia, monumentos, cultura y, por supuesto, gentes que hicieron historia. Como, de alguna manera, son los 175 nombres cuyas biografías o semblanzas se incluyen en esta obra.

 

 

 


 SEMBLANZAS DE ATIENZA, EL LIBRO PULSANDO AQUÍ

Para conocer más sobre el libro, pulsa aquí

 

Detalles del LIBRO

  • ASIN ‏ : ‎ B0C63RZMKT
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published 
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa blanda ‏ : ‎ 296 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8395904256
  • Peso del producto ‏ : ‎ 449 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 13.97 x 1.88 x 21.59 cm


 SEMBLANZAS DE ATIENZA, EL LIBRO PULSANDO AQUÍ

 

 

 

 

 

 

viernes, 21 de febrero de 2025

RECORDANDO A JUAN CABRÉ

 

RECORDANDO A JUAN CABRÉ

Y su paso por Atienza y Riba de Saelices

 

 El 2 de agosto de 1862 nació, y el 2 de agosto se despidió de estos mundos andariegos, don Juan Cabré Aguiló, uno de los primeros arqueólogos con letras de molde que pisaron nuestro suelo. Entre ambos agostos mediaron 65 años, y dos tierras, las de Calaceite en la provincia de Teruel, que lo vieron nacer; y las de Madrid, donde se despidió del mundo.

   Juan Cabré, fue uno de los encargados de escribir el Catálogo Monumental de España, dedicándose, entre otras, a la provincia de Soria, en los inicios del siglo XX, cuando por tierras de Retortillo se acudía al descubrimiento de decenas de huellas prehistóricas, influido ya por la personalidad de quien consideró como uno de sus maestros, el Marqués de Cerralbo. Al extenderse en tema que para el gran público en aquellos tiempos no llamaba demasiado la atención, la prehistoria, dejó escrito: “El extenderme con tanta atención y menudencia de detalles en la parte gráfica del arte rupestre de esta provincia no obedece a otro fin que al aprecio e interés que despiertan esta clase de estudios en el mundo sabio. Podría creerse que dichas investigaciones son el capricho de una moda pasajera…”

   Que, como demostró, no lo era; puesto que, tras aquellas líneas, fue mucho más lo escrito y descubierto para el futuro de la prehistoria patria, entre lo que quedaría en nuestra provincia, ejemplo de su trabajo y dedicación, entre otras, la singular Necrópoli del Altillo de Cerro Pozo, en Atienza; y la no menos monumental Cueva de los Casares, en Riba de Saelices.

 


 

 

El Altillo de Cerro Pozo, en Atienza

   Que Atienza estuvo poblada desde remotos tiempos, dan fe una serie de vestigios que en el primer tercio del siglo XX fueron apareciendo. Hallazgos estudiados mediado el siglo XIX al elaborarse la encuesta que, para la realización del inventario universal de los bienes históricos de España se remitió desde aquí con fecha 17 de diciembre de 1844.

   Aquellas indagaciones en torno a la interesante necrópoli de Cerropozo, finalmente estudiada en 1929 por Juan Cabré y su equipo, entre el que figuraba el párroco de Membrillera, don Justo Juberías, nos dará alguna luz sobre los lejanos pobladores del valle cuando, de forma casual, olvidados los informes elaborados ochenta años atrás, al abrirse la carretera que desde Atienza conduce a Hiendelaencina, fueron descubiertas numerosas sepulturas que detallará el propio Juan Cabré al elaborar meses después el informe correspondiente.

   De la inspección del Sr. Cabré resultó que: “Desde la primera visita que hicimos a esta localidad prehistórica, llamaron la atención varias piedras de caliza y cuarcita que se hallaron en el lecho del arroyo del Hontanar, las cuales parecían ostentar talla humana del paleolítico inferior”. Más adelante, el propio Cabré halló cerca de la ermita de Santa Lucía, ya en el mismo nivel de la gravilla, algunas piezas procedentes de diferentes ajuares. Unos ajuares que ya, desde meses atrás, corrían de mano en mano, entre los capataces de la obra, o entre algunos personajes de relevancia en la vida social y política de la comarca que, al conocerse los trabajos del arqueólogo, le serían entregadas y son hoy parte de las colecciones del Museo Arqueológico Nacional.

   El yacimiento, estudiado con premura y en el que trabajarían obreros de Atienza y la vecina localidad de Naharros, dadas las urgencias de continuar la obra de la carretera, continuaría mostrando numerosas piezas que determinarían “la más alta antigüedad de los pobladores de la villa de Atienza, relacionados con los más remotos orígenes de la civilización humana”.

   Notándose, a unos cien metros de la actual ermita de Santa Lucía “una gran extensión de restos de construcciones de aparejo muy tosco, tégulas de aspecto romano, cerámica, huesos humanos, mucha tierra negra y cenizas, y algunas piedras, al parecer todavía hincadas”. Algo más distante, a unos 400 metros “se acusan perfectamente cimientos de construcciones antiguas”.

   Hecho el examen del terreno, arrojó como resultado el descubrimiento y estudio de, al menos, una veintena de sepulturas con sus correspondientes ajuares; sepulturas y ajuares pertenecientes a dos poblados separados entre sí, ubicados en el ya citado Altillo de Cerropozo, en el que fue descubierta la necrópoli, y en el de Los Casarejos, a algo más de cuatrocientos metros del anterior, en el que se ubicaron los cimientos de la posible ciudadela. Materiales que se dataron en el principio de la segunda Edad del Hierro, fechándose las piezas entre los siglos I a.C., y I, después de Cristo.

   Anotando como punto final que: “Esta necrópolis ofrece singularidades propias muy dignas de consideración para el estudio de la Segunda Edad del Hierro de la Meseta castellana, y su mayor parte pertenece, probablemente, al pueblo celtibérico, pero al primer periodo de su desarrollo”.

 

 

Historia de Naharros de Atienza, el libro, pulsando aquí

 

La Cueva de los Casares, en Riba de Saelices

    A punto estuvo don Celso Gomis Mestre, periodista y escritor costumbrista del último tercio del siglo XIX e inicios del XX, de ser el primer hombre en describir al completo la Cueva de los Casares en el mes de agosto de 1880 cuando, recorriendo esta parte de la provincia, se introdujo en la Cueva con dos linternas de aceite; un resbalón, a mitad de recorrido, le impidió llegar hasta las profundidades, puesto que se adentró con dos linternas, una para la entrada y otra para la salida, en el resbalón se derramó el aceite de una de las linternas. A pesar de ello dejó su relato para la posteridad en el mes de febrero de 1881.

   Y tendrían que pasar unos cuantos años, hasta que en el verano de 1932 el insigne Francisco Layna Serrano, buscando castillos llegó a Riba de Saelices, aquí se encontró con los hermanos Claudio y Rufo Ramírez y estos lo llevaran a conocer la Cueva. Layna Serrano se introdujo hasta donde pudo, y de su inspección surgió la llamada a quien era el hombre más afín, Juan Cabré.

   Llegó, el gran arqueólogo, en el mes de julio de 1934, acompañado entre otros del propio Layna Serrano, dando inicio a sus indagaciones, que lo llevarían a pasar en Riba de Saelices los últimos días del mes de agosto y primeros de septiembre; días en los que, acompañado de su familia, mujer e hijos, desentrañó por vez primera, los entresijos de la Cueva de los Casares. Cabré entró y salió en numerosas ocasiones de la gruta, principalmente junto a su hija, Encarnación, quien como buena dibujante se encargó de calcar y retocar los grabados que encontraron a lo largo de las galerías, levantar planos y ayudar a su padre en el trabajo de campo, que continuó con la vecina Cueva de la Hoz, entre los términos de Rata y Santa María del Espino.

   El propio Juan Cabré, dado que para entonces la Cueva comenzaba a ser demasiado visitada por alguno que otro “buscador de tesoros”, y antes de que la oficialidad ministerial tomase cartas en el asunto, costeó la primera puerta que, en siglos, cerró la gruta, cuya llave entregó al entonces alcalde de la población.

   Desde Madrid, y dado cuenta de lo que aquellas entrañas de la tierra guardaban, puso el caso en manos de La Junta Nacional de Excavaciones, que lograría, en aquel otoño, que la Cueva de los Casares en tierra de Riba de Saelices fuese declarado Monumento Nacional, que hoy conocemos como Bien de Interés Cultural.

   De entonces a hoy los estudios han continuado en busca de dar con las líneas de nuestro remoto pasado; un pasado que, como Gomis, Layna, los hermanos Ramírez, Barandiarán o el propio Cabré nos demostraron, tenemos a la vuelta de un viaje, o de las páginas de un libro.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 21 de febrero de 2025

 


 Riba de Saelices, un libro y una historia (pulsando aquí)